Salir en Lisboa: Pensão Amor, un lugar único

Uno de los sitios que más me ha sorprendido de Lisboa ha sido esta sala multipropósito situada en pleno centro de la capital (calle Alecrim nº19). Se trata de Pensão Amor.

Pensão Amor, un museo del erotismo en Lisboa

Su nombre (Pensión Amor) ya da bastantes pistas. En su edificio, que se conserva en cierto modo como su original, se ubicaba un burdel/hotel de mala muerte frecuentado por prostitutas y marineros. Se trata de un local donde el erotismo y el misterio te acechan en cada esquina. Sensualidad decadente de la vieja Lisboa.

Desde que entré ya me sorprendió: te recibe un gran salón de paredes rojas y muebles antiguos: llamativos sillones, barrocos espejos, estanterías llenas de cachivaches (propias del Mercado da Ladra)… parece que estás en el salón de un importante palacio. El techo estaba pintado con un fresco que recordaba a la Capilla Sixtina, con ángeles y santos, ¿ironía?.

Seguí avanzando y conecté con una sala oscura con un escenario en la que se llevan a cabo espectáculos de cabaret, burlesque, djs… con una buena pista de baile y una barra. Al final de la noche estaba repleta.

A estas alturas el sitio ya me había conquistado, sin embargo al continuar di con otros espacios de lo más variados: uno con sofás y una barra de pole dance, una antigua habitación con una cama que recreaba las viejas dependencias del hotel, un sex shop lleno de productos eróticos e incluso una biblioteca exclusivamente con libros sobre el sexo. Todo esto en el mismo edificio. Por cierto, echa un vistazo al baño de «caballeros» ;).

Sorpresas en cada esquina

Así explorando di con unas escaleras que subimos varias plantas sin saber muy bien a dónde íbamos, porque sólo encontramos salas apagadas y no quisimos cotillear más de la cuenta. Las escaleras estaban tal cuál debían estarlo antaño: paredes mugrosas, renegridas y con escalones rotos. Pero con una novedad: estaban llenas de llamativos graffitis que hacían referencia a varias de las chicas que habían pasado por el «hotel».

Después de la excursión nos sentamos en el salón y pedimos un par de copas y también un té, que me sirvieron en una tacita preciosa. La verdad es que no nos apetecía irnos, el sitio tenía demasiado encanto.

A partir de las 22 horas todas las bebidas cuestan 1 € más.

En un momento dado una chica se nos acercó y nos dio una tarjeta de una pitonisa que te echaba las cartas en alguna salita que nos había pasado desapercibida. Por ahí ya no pasamos, pero me hizo bastante gracia.

Comunicado con el salón hay una pequeña terraza con un kiosko en el que preparan cócteles.

El lugar es un museo del mundo erótico y además es encantador, un local de lo más sugerente.